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Lujuria, gula, codicia, pereza, ira, envidia y soberbia. Los hermanos Cynfell son la perfecta personificación de la existencia pecaminosa, pero ¿podría la mujer correcta cambiar eso?
La ira.
Encerrado tras los muros de la mansión Lockwood, Julian Cynfell, marqués de Lockwood, pasa sus días escribiendo cartas airadas, bebiendo y durmiendo, y en ningún momento espera que su soledad se vea interrumpida por una descarada heredera estadounidense.
Una heredera estadounidense que espera casarse.
Viola Thompson no puede creer la suerte que tiene cuando el lord inglés con el que ha mantenido correspondencia durante casi todo un año le pide que vaya a visitarle. Eso seguro que significa una oferta de matrimonio, ¿no? Al fin podrá demostrarle a su familia y amigos que es más que una mujer malograda y sin futuro. Y eso sin mencionar que sabe que formarán un matrimonio por amor. Solo el hombre perfecto podría escribir unas cartas así de bonitas.
Pero, cuando llega a la fría y gris Inglaterra para enfrentarse a un marqués con un genio de mil demonios y canoso (aunque de una forma atractiva), sus sueños de matrimonio no tardan en verse frustrados. ¿Podrá sacar al lord de sus maneras melancólicas? Y ¿acaso quiere quedarse en Inglaterra cuando alrededor de Lockwood circulan rumores sobre tres esposas muertas?
Una cosa está clara, y es que esta heredera estadounidense jamás ha sido de las que se retirado ante un reto, especialmente cuando ni el océano Atlántico ha podido enfriar el deseo evidente que fluye entre ellos.
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