Me enamoré del Alfa hombre lobo en el momento en que sus colmillos se hundieron en mi cuello, no como una amenaza, sino como una necesidad salvaje.
Me dijo que mi sangre era como vino bañado por la luz de la luna, pero cuando confesé mi secreto de ser mitad vampira, me abandonó sin decir palabra.
Durante años, huí—llevando a su hijo en mi vientre y un corazón que se negaba a latir.
Ahora, está de pie ante mi puerta, diciéndome que sus colmillos ya no tiemblan ante mi sangre, que ha aprendido a contar sus latidos bajo la luz de la luna.
Pero esta vez, mis colmillos están enterrados en su palma—su piel se rompe, y el dolor es solo suyo para soportar.
2
En el primer día de mi matrimonio con el hombre lobo, cometí dos errores: dejarlo fuera del dormitorio e inhalar el aroma a cedro que dejó en mi habitación.
Por supuesto, todo el matrimonio fue un error.
Igual que como podía curar las heridas causadas por la niebla blanca, pero nunca detener el temblor de sus dedos cuando rozaban el anillo de su primer amor.
Él decía que los hombres lobo podían oler a los monstruos a kilómetros de distancia, pero cuando mentí y afirmé odiar el calor de su pelaje, la luz de la luna ya había fundido nuestras sombras en la alfombra.
Igual que fingí no darme cuenta, anoche midió secretamente mi muñeca... ¿sería para un anillo de boda o para probar la fuerza de la presión necesaria para quebrarla?
Odiaba este enredo, pero no podía evitar anhelarlo, sabiendo que persistiría hasta que su primer amor regresara, tal como el destino lo dispondría
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