Rayven.
Secuestrada. Con collar. Atrapada.
Me escabullo entre las sombras y robo a los difuntos. Es mi pasión, hasta que le robo a la mismísima Muerte...
Entonces se convierte en mi maldición.
Estoy prisionera en el reino de los muertos, a merced de la bestia que llama hogar a este castillo laberíntico. Las paredes están vivas, con pasillos cambiantes y ojos que me siguen a todas partes.
Me ha dado tres días para escapar. Entonces pasaré a ser de su propiedad para siempre.
Pero ¿qué ocurrirá, después de todo, si no quiero escapar de su cruel amor?
Belial.
La romperé. La tomaré. La haré mía.
Mi pequeña ladrona pagará por lo que robó... con sangre. Con miedo. Con sudor y lágrimas.
Poseeré cada gota de ella, marcaré mi nombre en sus huesos. Grabaré mi obsesión en su alma.
Ella cree que puede escapar de mí. Pronto descubrirá que ya es mía.
Mi nueva reina se verá tan bonita con una corona sobre su cabeza y mi regazo como trono.
Soy la muerte encarnada. Soy el Señor de los Huesos. Y soy suyo.
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